Ronaldinho Gaucho es el último embajador del "jogo bonito". Campeón del Mundo con Brasil, imagen de Nike en la Tierra y heredero en la cancha del gran Pelé, Ronaldinho ha demostrado ser todo un virtuoso del balón que divierte y se divierte haciendo lo que más le gusta: jugar a fútbol.
Se puede decir que a Ronaldinho el fútbol le corre por las venas. Su padre, Joao, ya era un apasionado del futevol que llegó a profesional cuando todavía vivían en una favela. Luego le vino el turno a su hermano Roberto quien triunfó en el Gremio de Porto Alegre mientras su padre trabajaba de aparcacoches. Roberto llegó a ser internacional y el ídolo de Ronaldinho.
Pero cuando él tenía ocho años la fatalidad sacudió a la familia. Su padre se ahogó en la piscina que el club les había regalado. Un mazazo que sólo el fútbol y el apoyo de sus hermanos y su madre le permitieron superar. Ronaldinho jugaba a todas horas dispuesto a demostrar que su padre tenía razón cuando le decía orgulloso: "Tú serás el mejor".
Enrolado en los equipos inferiores del Gremio Ronaldinho depuró su técnica desde las canchas de fútbol sala y con 17 años debutaba en el primer equipo. Entonces, su hermano Roberto colgó las botas y se convirtió en su sombra, aconsejándolo, ayudándolo, haciéndole de mánager y de padre. Y Ronaldinho creció. Ese año, con Brasil, el Gaucho ganó el Mundial sub-17 siendo pichichi y mejor jugador del torneo.
Se puede decir que a Ronaldinho el fútbol le corre por las venas. Su padre, Joao, ya era un apasionado del futevol que llegó a profesional cuando todavía vivían en una favela. Luego le vino el turno a su hermano Roberto quien triunfó en el Gremio de Porto Alegre mientras su padre trabajaba de aparcacoches. Roberto llegó a ser internacional y el ídolo de Ronaldinho.
Pero cuando él tenía ocho años la fatalidad sacudió a la familia. Su padre se ahogó en la piscina que el club les había regalado. Un mazazo que sólo el fútbol y el apoyo de sus hermanos y su madre le permitieron superar. Ronaldinho jugaba a todas horas dispuesto a demostrar que su padre tenía razón cuando le decía orgulloso: "Tú serás el mejor".
Enrolado en los equipos inferiores del Gremio Ronaldinho depuró su técnica desde las canchas de fútbol sala y con 17 años debutaba en el primer equipo. Entonces, su hermano Roberto colgó las botas y se convirtió en su sombra, aconsejándolo, ayudándolo, haciéndole de mánager y de padre. Y Ronaldinho creció. Ese año, con Brasil, el Gaucho ganó el Mundial sub-17 siendo pichichi y mejor jugador del torneo.
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